Evangelio del domingo, 22 de septiembre de 2024

Jesús invita a sus discípulos a hacerse como niños porque “a quien es como ellos pertenece el Reino de Dios”. Queridos hermanos y hermanas, los niños llevan vida, alegría, esperanza, también disgustos, pero la vida es así. Ciertamente llevan también preocupaciones y a veces problemas; pero es mejor una sociedad con estas preocupaciones y estos problemas, que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños.

Homilía de S.S. Francisco, 18 de marzo de 2015.

La cultura en la que vivimos y la mentalidad de nuestros contemporáneos está hecha al cambio. Se cambia más fácilmente que antes de trabajo, de computadora, de coche, de casa, de país... Se cambian también los modos de pensar y vivir, los valores de comportamiento, y hasta la misma religión.

El cambio está a la orden del día, y quien no cambia, pronto pasa a formar parte de los retros. Pero, ¡claro!, no todo cambio es bueno para el hombre. Ni todo cambio indica progreso. Hay cambios que son una desgracia, como el tener que dejar el país y la familia para buscar trabajo. El cambio al que la liturgia nos invita es el cambio desde Dios. Es decir, aquel cambio que Dios quiere y espera del hombre para que sea más hombre, para que viva mejor y más plenamente su dignidad humana. El cambio que Dios quiere es el de la injusticia a la justicia, del abuso al servicio de los demás, de la infidelidad a la fidelidad, del odio al amor, de la venganza al perdón, de la cultura de muerte a la cultura de la vida, del pecado a la gracia y a la santidad.

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Mar adentro, hacia un nuevo curso pastoral

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

Iniciamos un nuevo curso pastoral, comenzamos una travesía en la búsqueda de una entrega mejor y ponemos nuestro corazón en guardia para no sucumbir a la incertidumbre que provoca volver a empezar.

Recomenzar significa ponerse en camino, bregar todas las noches sin esperar una pesca abundante, pero llenos de una gran esperanza, reuniendo todas las fuerzas posibles para vivir –como Pueblo de Dios– el misterio de Cristo en la historia.

Acogemos esta invitación que el Señor nos ofrece un curso más, con el texto lucano de la pesca milagrosa (cf. Lc 5, 1-11) que palpita en nuestros corazones y los invita a derramarse con decisión en la tarea preciosa de evangelizar.

«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca», le pide el Señor a Simón Pedro, con la confianza de que su mandato cumplirá el milagro que los ojos de los apóstoles desean. Simón Pedro, cansado de una pesca que esa noche no dio fruto, obedece la petición de Jesús, aun teniendo el corazón cargado de miedos y vacilaciones: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Al final, «hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse», tal y como relata la Palabra. Porque nadie le gana al Señor en generosidad, ni tampoco al apóstol Pedro en obediencia confiada, pues era un pescador experto que conocía como nadie el mar de Galilea y, aun sintiéndose rendido esa noche por no hacerse con un solo pez, se fió de Jesús y se dejó hacer como Él lo deseaba. Y la noche se iluminó de la luz del amor y la esperanza.

¿Qué nos enseña la Escritura, por medio de este Evangelio? Que la misericordia de Cristo, cuando el terreno se muestre pedregoso y el mar en tempestad, es capaz de precipitar absolutamente todo y que lo que parece imposible, no lo es para Dios (cf. Lc 1, 37).

Es el tiempo de la fe, de la esperanza que no defrauda, de echar las redes con la confianza ciega de que volverán cargadas de los sueños que Dios imagina para nosotros. Y aunque a veces nos sintamos como Pedro y no seamos capaces de ver los frutos, la bondad de Cristo nos invita, en este nuevo curso pastoral, a volver a echar las redes, a confiar a pesar de nuestra pequeñez, a vaciarnos de nuestro yo y llenarnos de Cristo, que nos invita a la fidelidad y a la entrega. ¿Acaso el Señor, quien prometió estar con nosotros «todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20) se desentendería de las fatigas y desalientos que en ocasiones pueden nublar el corazón?

Vivamos sin miedo (cf. Mc 6, 50), seamos dóciles y obedientes al Evangelio; máxime en la dificultad, cuando el Maestro ponga ante nuestras frágiles manos alguna misión que parezca compleja o cuando llegue la «noche oscura del alma», de la que hablaba san Juan de la Cruz. En ese momento, cuando permanezcamos –como el religioso carmelita– «con ansias de amores», no sucumbamos a la fatiga del alma y salgamos en busca de ese Reino de Dios que encuentra su verdadero sentido cuando, una vez que nos hemos encontrado con el Amor, seamos enviados a sembrar de vida y esperanza todo sufrimiento humano.

Le pedimos a la Virgen María que aprendamos de Ella a confiar en la llamada de Dios, a ser generosos y alegres en la entrega cotidiana a la tarea evangelizadora.

Y como hizo San Juan de la Cruz, en medio de la aflicción hasta encontrar paz en el alma, accedamos al Corazón del Señor que nos invita a entrar en su presencia, donde «secretamente solo mora» y donde «delicadamente me enamora» (Llama de amor viva, san Juan de la Cruz).

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Evangelio del domingo, 15 de septiembre de 2024

En el Evangelio del día de hoy Jesús te pregunta: "¿quién decís que soy?".Probablemente dirás "el Hijo de Dios" o cualquier otra respuesta, pero Dios quiere que respondas, node forma impetuosa como hizo Pedro, sino que veas en tu corazón y valores si lo que dices con los labios lo dices con tus acciones.

La vida cristiana no es fácil y el ímpetu por dar respuestas rápidas pueden llevarte a no comprender la magnitud de lo que dices o haces, es por esto que después que Pedro profesa que Jesús es el Hijo de Dios Vivo le increpa diciéndole:"¡Quítate de mí vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!".Habiendo subrayado esto, pregúntate, ¿quién es realmente Jesús para mí? ¿Le veo como Dios hecho hombre o como uno más de quien se cuentan historias maravillosas y fantásticas? Para ayudarte a contestar éstas y otras preguntas que puedan surgirte contéstate y recuerda, ¿cómo, (cuándo y dónde) fue la experiencia con Jesús que me cambió la vida?

Si eres casado o tienes una relación sentimental con alguien, recuerda esos momentos que te llevaron a querer entablar una relación, que te llevaron a tener un proyecto común con esa persona; reviviendo esos momentos memorables podrás responder quién es la persona que está a tu lado, afianzarás esos lazos que les unen y renovarás el amor que hay en ti por esa persona especial en tu vida. De la misma forma, pero ahora con Cristo, recuerda esos momentos en que libremente decidiste seguirle y hacerle parte de tu vida; revive esos momentos y podrás responder quién es para ti y de igual forma afianzaras los lazos familiares y amistosos que les unen.

Que san José y la Virgen María te guíen en tu caminar, que puedas renovar tu relación con Cristo y responderte quién es Él en tu vida.

S.S. Francisco, ángelus 31 de agosto de 2014.

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«El proyecto de Dios en la Natividad de la Virgen María»

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, celebramos la Natividad de la Virgen María, nuestra Madre.

Con su nacimiento, germina en el mundo la aurora de la salvación, se cumplen todas las expectativas del Antiguo Testamento y emprende su ruta la puerta divina en su perpetua virginidad: «De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia, apareció en la Tierra y convivió con los hombres» (San Juan Damasceno).

La presencia de María, la «llena de gracia» (Lc 1, 28) destinada a ser la Madre de Dios hecho hombre, está unida de manera indisoluble a la de Cristo, el Sol que nace de lo alto (cf. Lc 1, 78) –merced a la bondad misteriosa de nuestro Dios–para cambiar los corazones más sombríos de la humanidad.

Decía san Agustín que Ella «es la flor del campo de quien floreció el precioso lirio de los valles» y, a través de su nacimiento, «la naturaleza heredada de nuestros primeros padres cambia». Así lo manifiesta la Iglesia, en el Oficio de Laudes, poniendo el corazón en la solemnidad que hoy conmemoramos: «Por tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunciaste la alegría a todo el mundo: de ti nació el Sol de justicia, Cristo, Dios nuestro».

La natividad de la Virgen ha de guiarnos, con profunda ternura y devoción, a la senda de la vida naciente, donde tantas madres esperan, algunas incluso contra toda esperanza, la llegada del hijo de sus entrañas. «El embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso; la madre acompaña a Dios para que se produzca el milagro de una nueva vida» (AL 168), revela el Papa Francisco en su exhortación postsinodal Amoris laetitia. A la luz de esta promesa que perpetúa cómo cada mujer participa del misterio de la Creación, cada familia ha de convertirse en esa iglesia doméstica que se transforma en sede de la Eucaristía, con Cristo sentado en la misma mesa, donde los padres son los cimientos de la casa y los hijos las piedras vivas de la familia (cf. 1 P 2, 5).

La Sagrada Escritura «considera a la familia como la sede de la catequesis de los hijos» (AL 16). Este mensaje principal, que el Papa recuerda en esta exhortación sobre el amor en la familia, afirma que «amar es volverse amable» porque el verdadero amor «no obra con rudeza, no actúa de modo descortés y no es duro en el trato». Y así ha de ser en la familia, con unos «modos, palabras y gestos agradables» y no «ásperos ni rígidos», donde la cortesía «es una escuela de sensibilidad y gratuidad», que exige a la persona «cultivar su mente y sus sentidos, aprender a sentir, hablar y, en ciertos momentos, a callar» (AL 99).

Decía santo Tomás de Aquino que «todo ser humano está obligado a ser afable con los que lo rodean» (Summa Theologiae II-II, q. 114, a. 2, ad 1). Un estilo de vida y una opción preferencial que exigen un cuidado exquisito en la caridad conyugal, donde el matrimonio refleja el amor con el que Cristo ama a su Iglesia.

El nacimiento de María nos conduce hacia ese amor inagotable de Dios que nos permite ver, más allá de toda circunstancia o condición, el valor de cada madre, de cada hijo y de todo ser humano.

Junto a la Sagrada Familia de Nazaret, pido por cada matrimonio y cada familia, para que sigáis siendo hogar de comunión, cenáculo de oración y esplendor del verdadero amor. Que la delicadeza, la belleza y la humildad de María os conduzcan a la alegría del Evangelio. Y cuando arrecie la tempestad, tened presente que el Señor llama a la puerta de la familia, de vuestra casa, para compartir con vosotros la cena eucarística, presencia y memorial perpetuo de su infinito amor (cf. Ap 3, 20).

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Evangelio del domingo, 8 de septiembre de 2024

Pensemos en los muchos que Jesús ha querido encontrar, sobre todo, personas afectadas por la enfermedad y la discapacidad, para sanarles y devolverles su dignidad plena. Es muy importante que justo estas personas se conviertan en testigos de una nueva actitud, que podemos llamar cultura del encuentro […]

Aquí están las dos culturas opuestas. La cultura del encuentro y la cultura de la exclusión, la cultura del prejuicio, porque se perjudica y se excluye. La persona enferma y discapacitada, precisamente a partir de su fragilidad, de su límite, puede llegar a ser testigo del encuentro: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, y el encuentro con los demás, con la comunidad. En efecto, sólo quien reconoce la propia fragilidad, el propio límite puede construir relaciones fraternas y solidarias, en la Iglesia y en la sociedad.

Y ahora miremos a la Virgen. En ella se dio el primer encuentro: el encuentro entre Dios y la humanidad. Pidamos a la Virgen que nos ayude a ir adelante en esta cultura del encuentro. Y nos dirigimos a Ella con el Ave María.»

Discurso de S.S. Francisco, 29 de marzo de 2014

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