La Vida Consagrada: peregrinos y sembradores de esperanza
Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)
Queridos hermanos y hermanas:
La Iglesia, que mira de manera especial a esos hombres y mujeres de corazón humilde y sencillo que guardan en su alma el tesoro que vale más que todas las riquezas del mundo, celebra hoy la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
El lema Peregrinos y sembradores de esperanza sigue la ruta del camino sinodal y del jubileo ordinario, y pone el foco en las personas consagradas a Dios que dedican por completo su vida al Señor: «Queremos ayudar a descubrir, conocer y apreciar a las personas consagradas, que buscan configurarse con Cristo a través de su preciosa vocación y esperan cada día en el Señor, siendo figura e imagen de una peregrinación y una siembra cargadas de esperanza», señalan, en su mensaje para esta Jornada, los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada.
La esperanza que brota del corazón de Dios no defrauda (cf. Rom 5,5), porque quien se enamora de Jesús y se deja cautivar por su mirada, abandonándolo todo, incluso lo que más cuesta, recibe el don del amor derramado plenamente en sus manos. Y ante tal gracia, sólo cabe llevar en el costal de la siembra un agradecimiento eterno por ellos que me hace repetir, cada noche, antes de abandonarme al sueño, una plegaria: Gracias, Padre, por tus hijos e hijas consagrados, porque mis ojos han visto al Salvador a través de tantas vidas ofrendadas a tu fidelidad. Sus miradas, como la de Jesús de Nazaret, alumbran a las naciones sedientas de fe y empapan de gloria al pueblo al que sirven hasta amar como Él nos amó (cf. Jn 15, 9).
La vida consagrada, acostumbrada a poner los pies –con cuidado y en la piel herida– en tierra sagrada, sabe convertir el barro en belleza, la caricia en delicadeza, el silencio en abrazo habitado.
El papa Francisco, en su carta apostólica escrita con motivo del año de la Vida Consagrada, les anima a despertar al mundo, siendo fieles a la promesa del Padre: «La radicalidad evangélica no es sólo de los religiosos; se exige a todos, pero los religiosos siguen al Señor de manera especial, de modo profético».
Así mismo, el Papa afirma que «Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia» (EG, 3) y que la evangelización «obedece al mandato misionero de Jesús: “Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 19-20)».