De 10:00 h. a 10:30 h. Avda. Reyes Católicos y Avda. del Cid. De 10:30 h. a 11:00 h. Fco. Martínez Varea, Sda.Familia y Urb. Jerez De 13:00 h.a 13:30 h. José María de la Puentey Jerez De 13:30 h. a 14:00 h. Doña Berenguela y Padre Aramburu. De 14:30 h. a 15:00h. San Francisco y Villarcayo. De 15:00 h. a 15:30 h. Sedano y Federico Olmeda. De 15:30 h. a 16:00 h. Avda. Cantabria y Fco. Sarmiento. De 16:00 h. a 17:00 h. León XIII y voluntarios.
Lectura del santo evangelio según san Juan (3,1-8):
Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él». Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?». Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».
Hasta el año 2000, el domingo segundo de Pascua era "el domingo in albis", día en que los bautizados en la última Vigilia Pascual dejaban la vestidura blanca que habían recibido en su bautismo. Desde el año 2000, el santo papa Juan Pablo II quiso que, además de eso, fuese el domingo de la misericordia. Es decir, el domingo en el que el mundo se redefiniese y se reorientase hacia Cristo, porque Cristo nos ha revelado el rostro de Dios.
Un rostro que devolvió la vida al hijo único de una viuda que llevaban a enterrar, que no dudó en tocar la carne de un leproso para curarle, que prefirió hacer un gran milagro antes que despedir a la gente que no tenía que comer y podía desfallecer en su retorno a casa, que defendió y perdonó a una mujer sorprendida en adulterio, que miró con amor compasivo a Pedro que acaba de negarle, que llevó consigo al Paraíso al ladrón arrepentido y que imploró el perdón de quienes le estaban matando. Ese Dios y su rostro misericordioso no han quedado atrás en la historia sino que siguen con nosotros. También ahora, cuando esta pandemia nos tiene desconcertados y asustados.
A ese rostro podemos y debemos volvernos todos, recordarle que es nuestro Padre, pedirle que tenga piedad y ayude a los científicos a encontrar la medicina adecuada y a los políticos a tener conciencia de que son servidores del bien común. Todos, especialmente los políticos, los empresarios, los hombres de la ciencia y del saber, hemos de escuchar el grito que san Juan Pablo II lanzó en la Plaza de san Pedro y las cámaras de televisión de todo el mundo el día que comenzó su Pontificado: "¡No tengáis miedo. Abrid, todavía más, abrid de par en par las puertas a Cristo!".
Ahora, mientras rogamos con insistencia y confianza a Dios que nos ayude, dejemos que Cristo abra las puertas de nuestro corazón para que, empapados en su misericordia, salgamos al encuentro del enfermo, del anciano que vive solo, del padre que ha perdido el trabajo, de los que pasan hambre en África o combaten en Oriente Medio. Y que, mientras seguimos confinados, nos hagamos muchos y pequeños actos de misericordia.
La Iglesia celebra en este primer domingo después de Pascua la fiesta de la Divina Misericordia, instituida por el Papa San Juan Pablo II. Estamos prolongando la celebración de la Pascua de Resurrección, que en medio de la experiencia de dolor y sufrimiento que persiste a nuestro lado, nos da derecho a la esperanza, como nos decía el Papa en la Vigilia Pascual; una esperanza que cobra más sentido que nunca porque es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. Por lo mismo, este domingo de la misericordia quiere decirnos que pase lo que pase en el mundo y a nuestro alrededor, hay algo que no cambia: que Dios es esencialmente Padre misericordioso y clemente (Ex 34,5-7); que Jesucristo es la revelación y encarnación de la misericordia del Padre, su rostro compasivo y misericordioso (Lc 10, 35,27). Y que es su voluntad que nosotros acojamos su misericordia, que la recibamos, y que la dejemos fluir siendo misericordiosos los unos para con los otros. En esta reflexión dominical, hoy quiero detenerme en ese «dejar fluir» la misericordia, que es la vida y la misión de la Iglesia.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31):
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.