Evangelio del domingo, 24 de junio de 2018

Quienes asistieron al nacimiento de Juan, sobrecogidos ante los signos que lo acompañaron, se preguntaban: ¿Qué va a ser este niño?

No hace falta haber leído a Aristóteles, ni dominar los conceptos de potencia y acto, para entender que una vida que comienza encierra un mundo en germen dentro de ella. El crimen del aborto no consiste sólo en matar a una persona; es un universo irrepetible el que se extermina cuando la vida de un niño es segada. Clint Eastwood, que no es Aristóteles, hace decir a su personaje en «Sin perdón»: «Cuando matas a un hombre le quitas todo lo que tiene, y lo que podría tener».
En el recién nacido hay toda una historia no escrita, un designio divino aún por descubrir. La educación del hijo debería consistir en dejar que ese designio único se muestre y colaborar con él.

Porque el plan de Dios sobre un niño puede frustrarse. Si no se escucha al Creador en los vagidos del bebé, si no se enseña al pequeño a entrar en diálogo con el Señor, si se prescinde de la vocación con que cada ser hu-mano está marcado, se priva al hombre de la posibilidad de ser feliz.

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«Al Este de Wengué» y Anvó Africam protagonistas de una emotiva cena soldaria

El pasado viernes 15 de junio fuimos testigos de una multitudinaria y conmemorativa cena solidaria organizada en el 15º aniversario de la ONGD Anvó Africam celebrada en el restaurante del Forum Evolución de Burgos. La cena solidaria tuvo como objetivo recaudar fondos para apoyar el proyecto de construcción y reforma de 12 escuelas deportivas y la alfabetización de los niños Talibé, niños de la calle. Pero también sirvió de excusa para agradecer a los cientos de voluntarios, empresas, organismos y ONGs que directa o indirectamente colaboran para que estos proyectos sean realidad en una África, que en palabras de Donato, encuentra esperanza en los ojos de cada niño Talibé.

137bDonato regaló un ejemplar de su nuevo poemario «Al Este de Wengué» a cada uno de los asistentes. Una obra que resume su trayectoria como cooperante al desarrollo en Anvó Africam, que fija su centro de atención en la defensa de los derechos humanos y de los objetivos de desarrollo del milenio.

Durante la cena también hubo oportunidad para escuchar palabras de agradecimiento por parte de políticos, colaboradores y amigos. También hubo palabras de homenaje a todos los miembros que componen Anvó en especial a su presidenta que no pudo asistir por motivos de salud.

Deseamos un próspero futuro a esta ONG que tanto bien ha realizado y seguro que continuará con el apoyo de todos los que desinteresadamente aportan su granito de arena.

 

Mensaje en la botella

Una mañana, el abuelo nos invitó a todos a desayunar en su casa. Eso es lo que esperábamos, porque el abuelo hacía churros rellenos, los mejores de la costa, y nos recibía con ese exquisito aroma a café y leche espumosa que preparaba. Él no se sentaba, porque los churros se comen calentitos y los iba haciendo en el momento. Mientras, nos contaba historias. Papá lo escuchaba y mamá leía el diario porque decía que ya se las sabía de memoria. Sin embargo, esa mañana, cuando el abuelo hablaba, dejó de leer y lo escuchó con atención. “Hay días fríos en la playa en que los socorristas tenemos que ir de todas formas, aunque la bandera esté roja, pues siempre hay alguien que se mete en el agua.

Una de esas mañanas, fría y medio lluviosa, estaba por prepararme un café cuando se me acercó un hombre, y comenzamos a hablar. Muchos socorristas hablaban mientras trabajan, eso a mí no me gusta. Se me hacía difícil estar atento a las personas que estaban en el mar. A veces eran pocas, pero al estar distribuidas a lo largo de la playa, exigía mirar hacia un lado y hacia el otro, incluso con los catalejos. Algún que otro compañero me tildaba de exagerado, pero a mí no me parecía así. Esa mañana, sin gente en la playa, era ideal para tomar café y hablar, pero siempre mirando hacia el mar.

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Sin el domingo no podemos vivir

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Hoy voy a hablaros del domingo, del sentido y alcance que tiene para los cristianos esta fiesta semanal. Y quiero comenzar con una pequeña historia. Hacia el año 304, el emperador Diocleciano prohibió a los cristianos, so pena de muerte, poseer las Escrituras, reunirse los domingos para celebrar la Eucaristía y construir locales para sus asambleas. En una pequeña localidad del norte de África un grupo de cristianos fueron sorprendidos un domingo, cuando reunidos en una casa celebraban la Eucaristía, desafiando con ello las prohibiciones imperiales. Arrestados, fueron llevados a Cartago para ser interrogados. Y fue significativa la respuesta que uno de ellos dio al procónsul, a sabiendas de que les esperaba el martirio: «sin reunirnos en asamblea los domingos para celebrar la Eucaristía no podemos vivir». Resulta elocuente esta narración situada en los primeros años misioneros de la Iglesia. Los primeros cristianos comenzaron enseguida a celebrar el domingo, pues ya hablan de ello la 1ª carta a los Corintios (16, 1), el libro de los Hechos (20, 27), la Didaché (14, 1) y el Apocalipsis (1, 10). Al inicio se le llamaba el día del Señor, el día primero de la semana, el día siguiente al sábado, el día octavo, el día del sol... Nombres todos que hablaban del sentido sagrado de este día.

El domingo, más allá del uso que queramos darle, como tiempo semanal bienvenido para el descanso, la convivencia, el ocio, la familia... es un acontecimiento festivo que rompe también con el ritmo cotidiano de nuestra vida cristiana. ¿Por qué este día, además de ser un día no laboral, es diferente al resto de los días de la semana? El Concilio Vaticano II expresó magníficamente el significado que el domingo tiene para nosotros: «La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del día mismo de la resurrección de Cristo, celebra el Misterio Pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los hizo renacer a la viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Pe 1,3). Por esto, el domingo es la fiesta primordial que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también el día de alegría y de liberación del trabajo... El domingo es el fundamento y el núcleo del año litúrgico» (SC 106).

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Evangelio del domingo, 17 de junio de 2018

Hoy el evangelio nos presenta dos parábolas de Jesús tratando de explicar dos facetas de lo que Él entiende por “Reino de Dios”. Ya desde el principio de su predicación hablaba del Reino de Dios, y muchas veces usa parábolas para darnos a entender algún sentido. Pero la simple formulación de la parábola para aquellos que no tienen mucha fe les deja más o menos indiferentes.

Por eso, como se dice hoy al terminar el evangelio, Jesús se las explicaba luego a sus discípulos. Estas explicaciones han ido quedando en la Iglesia a través de los tiempos por medio de los santos padres y otros grandes predicadores de la fe.

En la primera de las dos parábolas de hoy nos dice Jesús que todos, al menos los que nos creemos discípulos suyos, somos cooperadores en la obra de Dios, que es su Reino, porque todos debemos sembrar y al final recoger frutos. Pero esta planta, que es el Reino de Dios, crece aparentemente sola. Crece por la energía que tiene encerrada la semilla. El sembrador poco adelanta o nada por el hecho de que esté vigilando o tire de la mata para que crezca más rápidamente.

Es una invitación a tener paciencia. Trata de exponer la diferencia abismal entre lo poco que puede hacer el hombre y lo mucho que hace Dios. Y es una advertencia para comprender que el Reino de Dios sigue el curso que Dios parece que quiere: lento pero seguro. Por lo tanto ni las fuerzas del mal podrán contra el Reino, ni adelantaremos demasiado por mucho que nos movamos.

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Parroquia Sagrada Familia