Evangelio del domingo, 11 de noviembre de 2018

Jesús se encuentra en el Templo de Jerusalén con sus discípulos, frente al cepillo donde la gente deposita sus limosnas para el culto. Se da cuenta de dos cosas: que muchos ricos echan “mucho” y una viuda tan sólo lo que se daba de limosna a un pobre, que era una ridiculez. Él, que no pierde la ocasión para adoctrinar a sus discípulos, les dice: “Esta pobre viuda ha echado más que nadie”. Quizás se sorprendieran no menos que nos sorprendemos nosotros, porque les parecería que el óbolo de la viuda no merecía la pena. Así juzgamos los hombres, que nos fijamos más en las apariencias que en el corazón. Jesús, en cambio, es al corazón a dónde apunta. Y el corazón de esta mujer no podía ser más grande. Porque los demás habían echado de lo les “sobraba”, mientras que ella había echado “todo lo que tenía para vivir”. No podía hacer más.

Esta es la lección que Jesús quiere que aprendan sus discípulos: tienen que darlo todo. Más aún, tienen que darse a sí mismos, como hará él, que pronto entregará la vida por nosotros. Tampoco podía hacer más. Jesús no pone ningún pero a esta mujer, que podría haber dado su limosna a los pobres. Con ello, y con la defensa de otra mujer que derramó ”sobre su cabeza un frasco de perfume de gran valor”, dejó claro que, además de dar limosna, podemos ayudar con nuestros recursos a otras cosas. ¡Cuánto podríamos hacer por los pobres, el culto, la educación, etc. si tuviéramos la generosidad de esta viuda a la hora de ofrecer nuestro tiempo, nuestras cualidades, nuestras habilidades y nuestros recursos económicos! ¡Cuánto más felices seriamos si nuestro corazón se volcara en ayudar, en lugar de estar tan obsesionados con la comida, la bebida, los vestidos, el descanso, la salud! No acabamos de creernos que es más gratificante dar que recibir. Tampoco nos creemos que podemos ayudar mucho más. Vale la pena pensar hoy en esto: ¿Qué haría Jesús con lo que yo tengo, si de verdad yo tuviera la misma generosidad que la viuda del Evangelio? Tanto como con los cinco panes y dos peces y el agua de Caná de Galilea.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,38-44):

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo:

«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

Palabra del Señor

Parroquia Sagrada Familia