Evangelio del domingo, 2 de diciembre de 2018

Primer domingo de Adviento significa que comenzamos un nuevo año litúrgico, un año en que iremos recordando los principales sucesos y enseñanzas de Jesucristo. Al comenzar este nuevo año litúrgico nuestra actitud debe ser de entusiasmo por poder vivir el encuentro con Jesús cada día, para poder encontrarnos más llenos de su gracia y de obras buenas el día del encuentro definitivo, que será nuestra alegría.

Adviento significa venida. Recordamos muy vivamente la primera venida de Jesús en Navidad, esperamos su definitiva venida para juzgarnos y vivimos las continuas venidas que Jesús tiene en nuestra vida a través de los diferentes sucesos en los cuales está Dios presente, aunque no le sintamos. En este primer domingo de adviento todos los años se acentúa un poco en las lecturas la última venida de Jesús, para la cual nos tenemos que preparar. Hoy Jesús nos habla de tres actitudes que debemos tener, como mejor preparación para su venida: vigilancia, lucha contra los vicios y oración. El tiempo de adviento nos habla mucho sobre la esperanza, que es señal de vida. Aquel que no tiene esperanza es como un cadáver ambulante.

Jesús acababa de hablar a los apóstoles sobre la destrucción de Jerusalén y del templo. Esto les llenó a ellos de angustia. Jesús no retira sus palabras anteriores, sino que acentúa más los signos del final de las cosas. Sin embargo estas palabras no son para atemorizar, sino para dar esperanza. Lo importante del evangelio de hoy no son las palabras escritas con símbolos apocalípticos, acomodándose al estilo oriental, sino las palabras de esperanza: “Ante todo esto cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra liberación”. Más que hablar del fin del mundo, Jesús quiere abrir las puertas a la esperanza. Las palabras de Jesús son de consuelo y esperanza frente a las tribulaciones y tristezas de la vida. Jesús nos quiere decir que los mismos acontecimientos que desorientan a la mayoría de los humanos, para los cristianos deben ser signos de que la salvación está cerca y nos deben acercar al Señor.

La última venida del Señor no está cerca, ya que la historia continúa hasta la consumación del Reino de Dios. Por eso es necesaria una actitud paciente y perseverante, vivir sin angustia ni sorpresa en la espera gozosa del Señor. Pero Jesús, el que será nuestro Juez, es ahora nuestro Maestro y el compañero en el camino. El viene constantemente a nuestro encuentro, a pesar de nuestros olvidos y rechazos.
Hay muchos obstáculos para este encuentro constante con el Señor. Por eso hoy nos dice Jesús que debemos remover los obstáculos, que suelen embotar la mente y la vida. En el evangelio de hoy cita tres: el vicio, la bebida y el dinero. Son como un pequeño resumen de lo que entorpece la mente, que son los demasiado cuidados de las cosas terrenas. Por ejemplo, si la mente está embotada, la Navidad será un tiempo dedicado un poco más al vicio, a la bebida y al culto del dinero, sin ver que es sobre todo el recuerdo de la primera venida de Jesús y la realidad del aumento de gracia.

La esperanza es la virtud característica del Adviento. Hoy en la 1ª lectura el profeta Jeremías anima diciendo: “Vendrán tiempos mejores”. Esos tiempos vendrían con el Mesías, ya que nos trae, para quien quiere recibirlo, la paz, la justicia y la salvación. Todo ello por medio del amor. En la 2ª lectura nos enseña san Pablo la mejor manera de esperar la venida del Señor: “Que vuestra vida rebose de amor mutuo”. No se trata de realizar grandes cosas humanas, sino de amar mucho, de modo que nuestra vida sea agradable a los ojos de Dios. Nos dice: “sed santos e irreprochables”.

En este tiempo rezamos: “Ven, Señor Jesús”. También puede ser una súplica para que al final de los tiempos estemos con Él; pero es sobre todo, el pedir para que esas venidas que Él quiere hacer constantemente, sean una realidad en nuestro corazón. Para ello nosotros debemos estar dispuestos a recibirle con fe y con amor, sabiendo que en esta vida de espera, debe estar todo envuelto en una santa esperanza.

 

 

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (21,25-28.34-36):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

Parroquia Sagrada Familia