Evangelio del domingo, 6 de diciembre de 2020

Escuchar lecturas y homilía

Oración

Puedes ver la misa del sábado tarde aquí:

La Iglesia todos los años en el segundo y tercer domingo de Adviento nos presenta la figura de San Juan Bautista, el Precursor de Jesús, que nos anuncia la venida del Mesías. En este ciclo B, correspondiente a este año litúrgico, se leerá preferentemente el evangelio de san Marcos. Hoy comienza su evangelio. Y comienza diciéndonos que nos va a hablar del “Evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”.

La palabra “evangelio” significa “buena noticia”. Y es buena noticia, no sólo porque va a hablarnos de la vida de Jesús, sus milagros, etc., sino sobre todo porque Jesús nos va a traer la buena noticia, que serán sus mensajes sobre el Reino de Dios. La Buena Noticia no es sólo la vida de Jesús, sino su identidad y lo que significa para nosotros el hecho de que podamos asimilarnos a El. Y esto porque él es el Mesías y el Hijo de Dios. Esta expresión de “Hijo de Dios” es como una consecuencia de todo el Evangelio, quizá como una conclusión de la primitiva comunidad cristiana.

“Buena Noticia” es también como un grito de alegría y de esperanza y consuelo al comenzar su escrito. En la liturgia de hoy encontramos en la primera lectura los sentimientos del profeta Isaías dando aliento y esperanza al pueblo de Dios. De hecho era un profeta, doscientos años después del primer Isaías, aunque con sentimientos parecidos. Se acercaba la liberación. Hoy se nos propone la semejanza entre Isaías y san Juan Bautista, quien predica que viene la liberación por medio del Mesías.
El evangelista describe a Juan Bautista como un profeta. Era clásica la figura de un verdadero profeta, vestido con sencillez y llevando una vida pobre y austera. El desierto era como un símbolo del encuentro con Dios. Por eso lo que nos va a decir el Bautista tiene el sello de Dios, como lo tenían los profetas. Y el mensaje que hoy nos da es que tenemos que “preparar el camino para el Señor”. La imagen la trae Isaías del hecho que solía pasar cuando un rey llegaba triunfante a una región. Se preparaba el camino, quitando las asperezas y enderezándolo. Así debemos preparar nuestro corazón.

Porque Jesús viene a nosotros. También en la Navidad, para que nos preparemos, no sólo en lo externo, sino especialmente en el corazón. Pero viene cada día de muchas maneras y vendrá algún día, aunque no sabemos cuándo. De esta venida y preparación nos habla san Pedro en la 2ª lectura. En el evangelio nos dice san Juan Bautista cómo debe ser nuestra preparación: con un “bautismo de penitencia”.

El hecho de “bautizarse” era sumergirse en el agua del río Jordán. Pero quería significar lo que debía suceder en el corazón del que se sumergía. Debía haber una conversión, que significa un cambio de mentalidad o de actitud. Esto es lo que significa “un bautismo de penitencia”: un bautismo para cambiar de vida, que es primeramente ver la vida de otra manera y luego demostrarlo con los hechos: pasar de la soberbia a la humildad, de la ira a la paciencia, del egoísmo a la misericordia. Y es vivir con sencillez y limpieza de corazón, de modo que no haya mentira ni injusticia.

Si esto significaba aquel bautismo en agua, que hacía san Juan Bautista, ¿Cómo será el bautismo de Jesús, que se realiza por medio del Espíritu Santo? Desde el principio aparece la grandeza de Jesús y san Juan lo manifiesta tranquilamente: él no se cree ni digno de ser el esclavo del Mesías. Esto lo dice por medio del símbolo de atar las sandalias, que es una de las cosas que hacían los esclavos. Representa también la grandeza de los bautizados y sumergidos en el Espíritu Santo.

Desgraciadamente no seguimos continuamente sumergidos en el Espíritu, sino quizá contrarios. Por eso, aunque nos creamos seguidores de Jesús, necesitamos de mucha penitencia, cambio de mente y de corazón para acoger dignamente a Jesús. Estamos destinados a la unión con Dios. Esta es nuestra mayor dignidad. Jesús viene a nuestro encuentro. Hoy debemos pedirle, como lo hacemos en la oración de la misa, que quite los obstáculos que puedan estorbar nuestro encuentro con Dios.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,1-8):

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías:

«Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."»

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

Y proclamaba:

«Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

Parroquia Sagrada Familia