Al concluir la fase final de la Asamblea Diocesana, en el marco del Sínodo de toda la Iglesia, deseamos compartir con todas las comunidades de la diócesis nuestra gratitud, nuestro gozo y nuestra esperanza.
El sueño de la sinodalidad se está haciendo realidad en nuestra diócesis; cada vez más cristianos quieren y desean involucrarse y sentir que la misión de la Iglesia es tarea de todos, y no solo de algunos. La Asamblea ha sido un ejemplo de que el diálogo, el entendimiento, la oración, son posibles y de que caminar juntos es el único modo de ser Iglesia, de que solo codo con codo la misión de Jesús será más viva y eficaz.
Nos hemos sentido representantes del Pueblo de Dios que camina en Burgos, especialmente de tantos grupos y personas que desde hace más de dos años han apostado han sido Iglesia sinodal. Reunidos en oración, presididos por nuestro obispo, hemos experimentado el milagro del Espíritu que hace nuevas todas las cosas y devuelve vigor a los cansados y abatidos. Como los discípulos de Emaús nos descubrimos enviados para ser testigos del Resucitado, de la permanente novedad del Evangelio y de la fuerza transformadora del Reino de Dios.
Este proceso y estas jornadas han sido una experiencia viva y auténtica de sinodalidad y de conversión personal y comunitaria: hemos percibido la variedad y riqueza de nuestra diócesis, hemos aprendido a escucharnos y a comprendernos, hemos expresado con sinceridad y con libertad nuestras opiniones y expectativas, nos hemos sentido unidos en la diversidad…
Superando las nostalgias del pasado, y la tentación de la queja y del lamento, conscientes de nuestras carencias y debilidades, hemos mirado hacia el futuro, reafirmando nuestro compromiso evangelizador y nuestra responsabilidad para servir a nuestra sociedad y a nuestro mundo. La frescura y la novedad del Evangelio deben ofrecer consuelo a los cansados, justicia a los oprimidos, generosidad a los ilusionados, aliento a quienes se esfuerzan por hacer posible la felicidad de todas las personas y la fraternidad entre los pueblos.
La Asamblea ha cubierto una etapa fundamental. Pero el sueño necesita aún materializarse, que la sinodalidad se haga costumbre y que lo que hemos discernido entre todos, entre todos sea llevado a la vida cotidiana. Hemos sido actores, en nombre vuestro, de un acontecimiento especial y extraordinario. Ahora se abre otra etapa aún más apasionante. Sigamos invocando al Espíritu para que este evento se prolongue como un proceso que marque el estilo y la actuación de todas nuestras comunidades. Sigamos, todos juntos, caminando alegres con Jesús.
Burgos, 2 de abril de 2022