La multiculturalidad, un desafío y una posibilidad para nuestra acción misionera

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

La próxima semana, entre el día 2 y el 5 de marzo, se cele­brará en la Facultad de Teología el 28 Symposium de Misionolo­gía, organizado por el Instituto de Misionología y Animación Misionera, sobre un tema muy importante: 'En una sociedad multicultural ¿qué misión y qué pastoral?'.
Pienso que es buena ocasión para ofreceros estas sencillas reflexiones sobre una cuestión ante la que no podemos perma­necer indiferentes, y menos aún perplejos o atemorizados, al tra­tarse de una realidad tan compleja, y al confrontarnos con un cambio que está transformando profundamente nuestra sociedad. Es una novedad que no sólo nos afecta a nosotros. Prueba de ello es que el reciente encuentro entre obispos y teólogos, que se celebra periódicamente en España para abordar cuestiones de actualidad, se ha dedicado a este tema.

A nivel europeo la crisis de los refugiados se ha situado en el centro de las preocupaciones políticas durante muchos meses. También preocupa seriamente a la Iglesia y de ellos ya os he hablado en las respectivas Jornadas del Inmigrante. Como bien sabéis, es una de las cuestiones que ocupan el centro de los intereses del Papa Francisco. Nos exhorta continuamente, en línea con lo ya dicho por sus predecesores, a ser sensibles antes quienes padecen el enorme sufrimiento de abandonar la propia tierra a causa de la guerra, de la pobreza o de la per­secución. Cada uno de ellos de­be ser considerado como hijo del Padre común, incluso como alguien con quien se ha identificado el mismo Jesús, como lo hace con el pobre, con el desnudo, con el hambriento, con el encarcelado. Jesús, que con Ma­ría y José, también experimentó lo que significaba huir de la crueldad de Herodes emigrando a Egipto.

Pero hoy querría afrontar esta realidad social desde otro punto de vista: La presencia de los que, con sus respectivas culturas y tradiciones religiosas, es­tán ya entre nosotros y con nosotros, formando parte de nues­tra sociedad. El fenómeno de las migraciones y de la movilidad humana ha alterado profundamente el paisaje de nuestras ciudades, porque sus habitantes son de razas diversas, hablan lenguas distintas y profesan religiones variadas. La población de Burgos ya no es homogénea y uniforme como hace unas décadas. Hemos ido viendo cómo en el seno de nuestras familias crecía el número de no practicantes, de indiferentes, de ateos. Y ello nos ha obligado a cambiar también nuestras actitudes, aunque a veces ello haya supuesto un fuerte sufrimiento.

Ahora la situación es más radical. Nuestra sociedad se ha hecho multicultural y multirre­ligiosa. Y ello ha acontecido a un ritmo acelerado. Esto lo ha­béis ido viendo y asimilando no sólo en las ciudades, pues también en grados distintos se produce en gran parte de los pueblos burgaleses. Debemos por ello seguir acogiendo esta realidad y adaptándonos a las nuevas circunstancias para no sentirnos extraños en nuestro propio lugar.

Ello debe estimularnos a vivir nuestra fe y nuestra pertenencia eclesial de un modo más consciente y maduro. Precisamente porque hay muchos que no son cristianos se nos ofrece la ocasión para profundizar en nuestra identidad cristiana y para descubrir que la fe no es una rutina o una costumbre sino una opción responsable. Debemos valorar la peculiaridad de nuestro bautismo, de la con­fesión de Jesús como el Señor, de nuestra pertenencia a una Iglesia diocesana concreta. Y en consecuencia podremos saber por qué vale la pena ser cristiano y qué es lo que podemos ofrecer a quienes no lo son.

A la vez que afirmamos nuestra identidad, debemos adoptar una actitud de respeto ante los que no son como nosotros. Este respeto se dirige a su dignidad humana y a la sinceridad de sus creencias. Ello debe traducirse también en actitud de diálogo. Un saludo, una palabra, una invitación... contribuyen al encuentro y a eliminar prejuicios o sospechas. Así se eliminan los gérmenes de hos­tilidad y se crea convivencia y paz social. Yo mismo lo he experimentado en mi visita hace un par de meses a una mezquita de Burgos. Entre todos debemos hacer posible el conocimiento mutuo y la colaboración sincera en todo aquello que contribuye al bien común.

Os animo pues a descubrir y a valorar la riqueza de las diversas culturas que conviven con nosotros; y a compartir el pluralismo religioso manifestando la alegría de nuestra fe, la fuerza de la esperanza y los gestos concretos del amor cristiano.

Parroquia Sagrada Familia