Migración

Las golondrinas migran todos los años buscando territorios con un clima más agradable y comida en abundancia.
Gabi era una golondri­na que recién había dejado el nido, en unos pocos días debería ini­ciar su primer vuelo hacia el norte.
Sus padres y amigos se veían muy felices arreglando lo necesa­rio para el viaje, dis­cutiendo rutas y pla­neando estrategias de vuelo para un camino muy largo.
Gabi no hablaba, escuchaba. Hasta que de repente, abrió el pico.

—No pienso hacer ese viaje. Me quedo por aquí, con mis amigos. En el árbol hay una ardilla que pasa el invierno en su ca­sa, está juntando semillas y yo la ayudo. Somos muy amigas.
Su mamá, su papá, sus amigos, herma­nos... quisieron convencerla, pero no hizo caso. Nadie podía recorrer esa distancia hasta el norte si no estaba con­vencido de la necesidad del esfuerzo. Llevarla por obligación, podía producir un desastre para toda la bandada. Así se lo hicieron saber los guías del viaje a los padres, no podían llevarla si ella no esta­ba dispuesta.
Llegado el día de la partida, Gabi las acom­pañó durante un rato y luego se despidió con un giro y saludándolas con un ala. Regresó al árbol junto a su amiga la ardilla. Pasarían seis meses antes de encon­trarse nuevamente con la bandada.

El tiempo transcurrió y la primera golon­drina, ni bien salió el sol de primavera, llegó al bosque para ver que todo estu­viera en orden. El bosque podría haber sufrido un incendio, o quizás el hombre, con sus enormes máquinas hubiera po­dido talarlo, sin pensar que así destrui­ría muchos hogares y se perjudicaría a sí mismo. Cerca del mediodía arribó to­da la bandada. Entre ellos, la familia de Gabi que comenzó a buscarla por todos lados. Encontraron el árbol donde vivía la ardilla, pero el hueco estaba vacío. No estaban ni la golondrina, ni la ardilla, ni la comida. Imaginaron lo peor, pero cuando levantaron la vista hacia el cielo, vieron que Gabi llegaba volando. Se abrazaron durante largo rato disfrutan­do del encuentro.

—Se te ve muy bien, debes haberlo pa­sado genial.

—Más o menos... con la ardilla nos en­tendíamos, nos ayudábamos, pero el invierno fue muy intenso y no había forma de calentarse. Por suerte, encon­tramos un hueco en el techo de una ca­sa vecina donde debíamos quedarnos quietitas para no ser vistas. Pasé días enteros sin volar. Tuvimos un poco de hambre y de frío.

—¿Te arrepientes de haberte queda­do?—le preguntó su hermana menor.

—Para nada, a pesar de los inconve­nientes, me alegra haberme quedado. Ahora sé por qué tenemos que migrar y experimenté el invierno. Se lo voy a contar a las golondrinas, para que todas sepamos por qué viajamos tan lejos. ­

¿Te dejas llevar por lo que hacen todos (aunque sea bueno lo que hacen)? ¿Obedeces porque sí o buscas el motivo de lo que te piden?

Marta se preocupa por ordenar la casa y atender a los invitados, entre ellos, a Jesús. María se sienta con su amigo y conversa con él, disfruta de su amistad. Esta es la mejor parte. Las dos hermanas tuvieron que elegir, decidir entre varias posibilidades. Marta se dejó llevar por las costumbres. María pudo romper lo que le imponía la sociedad y eligió lo mejor. Ser libres no es fácil. Debemos ser capaces de elegir lo mejor para todos.

Parroquia Sagrada Familia