La fraternidad, fundamento y camino para la paz

Cuando Amanda se enteró de que iba a tener un hermanito o una hermanita, se enfadó mucho. Ella tenía todo ordenado, cada cosa en su lugar. Los juegos estaban enteros, no faltaba ni una ficha, y cada uno estaba en su caja original. Ella conocía las casas de sus amigos y sabía que los hermanos menores son un desastre. Rompían todo, escribían los cuadernos... De sólo pensarlo, le daba pánico. Se tranquilizó pensando que el bebé iba a dormir en el cuarto de sus padres. —Sí, por un tiempo; después va a dormir contigo -le dijo la madre. A los pocos meses, se enteró de que iba a nacer Daniel. Y pensó: “peor todavía, los hermanos varones son muy pesados.

Todo el día con la pelota de aquí para allá”. La mayoría de los familiares le preguntaban si estaba contenta, y ella ponía la mejor cara posible. Por dentro, estaba enfadada, nadie le había pedido permiso para darle un hermano. ¿Con qué derecho? ¿No existía el derecho de los niños a tener o no un hermano? El tío le explicó que no, que él también tuvo que aguantar a sus hermanas sin que nadie le pidiera permiso. Le dijo que tuviera paciencia, que, con el tiempo, iba a saber qué significaba realmente tener un hermano. —Ya te vas a dar cuenta sola. Cuando lo sepas, me avisas. Quizá, para ti es una cosa y para mí, otra -le dijo. Esos meses fueron terribles para ella. Hasta que llegó el día. Cuando se despertó, su abuela estaba durmiendo a su lado. ¡Había nacido su hermanito! Al principio se sintió desplazada, pero después vio que sus familiares estaban muy atentos a ella. Le llevaban regalos, le compraban helado... Se fue acostumbrando a compartir con su hermano los afectos, las cosas, las salidas... Pasaron los años.

Una mañana en que Amanda estaba jugando durante el recreo, escuchó que unos chicos más grandes molestaban a su hermano por las gafas que usaba. Sin pensar que eran más mayores que ella, se puso en medio y los echó a los gritos. Luego lo abrazó hasta que dejó de llorar y lo llevó con su maestra. Después fue con la maestra de los chicos más mayores y le dijo lo que estaban haciendo. Las maestras se sorprendieron, pocos se atrevían a enfrentárseles. Muchos les tenían miedo. —Sí, yo también les tengo miedo, pero no voy a dejar que le hagan algo a mi hermano. En ese momento, recordó las palabras que su tío había dicho muchos años atrás. “Ya vas a saber lo que significa un hermano”. Sospechó que, si todas las personas sintieran que el otro es su hermano, si ella sintiera a los demás como sus hermanos, el mundo sería diferente.

¿Qué significa para nosotros un hermano? ¿Sientes eso por alguien? ¿Crees que toda persona es tu hermana?. ¿Qué me hace feliz? Es una de las preguntas más importantes de nuestra vida. Ser feliz no es lo mismo que estar contento. La felicidad, como la paz, son fruto de la justicia y del amor. ¡Qué todos los niños sean felices!

Parroquia Sagrada Familia