El palio arzobispal, signo de la unidad y catolicidad de la iglesia

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

El próximo día 29, festivi­dad de San Pedro y San Pablo, no podré celebrar con vosotros esta fiesta especial porque debo asistir en Roma un acto profundamen­ te significativo para mí, como arzobispo, y para nues­tra Iglesia local. San Pedro congrega a los burgaleses para la fiesta y a la vez congrega en Roma, en torno al Papa, a los arzobispos nombrados durante el último año para la bendición del palio, signo del ministerio y del servicio que prestan en la Iglesia. Os aseguro que me cuesta no estar en Burgos ese día, pero la distancia fí­sica quedará superada por un entrañable recuerdo para todos vosotros junto al Papa y una profunda comu­nión eclesial.

El palio es un distintivo a modo de vestidura litúrgica que consiste en una banda de lana blanca, adornada con seis cruces de seda, cosida en forma circular, que rodea los hombros, con dos tiras que caen sobre la espal­da y sobre el pecho. Fue inicialmente usado por el Papa ya en el siglo IV y posteriormente lo fue otorgando también a los arzobispos para expresar la fidelidad y la comunión de éstos con el obispo de Roma. Por eso nos reunimos en Roma, junto a la tumba del apóstol San Pedro­, para participar en la Eu­caristía en la que el Santo Pa­dre bendice los palios.

La lana del palio procede de corderos bendecidos por el mismo Papa en la fiesta de santa Inés, y los palios quedan depositados junto a la tumba del apóstol Pedro hasta el momento de ser bendecidos solemnemente por el Papa para los nuevos arzobispos nombrados durante el año, en la Eucaristía de la fiesta de San Pedro y San Pablo.

Este acto al que somos convocados es un acto que, como arzobispo de Burgos, viviré con una intensidad especial. Pero no como algo individual, sino como un acontecimiento eclesial, que afecta al conjunto de la diócesis.

Recuerdo la hondura espiritual de las palabras que escribió en el siglo III San Cipriano y que nos han sido repetidas por Vaticano II: «El obispo está en la Iglesia (en su Iglesia diocesana) y la Iglesia en su obispo». Por eso acudo a Roma como representante de la diócesis, con el gozo y la res­ponsabilidad de sentirme profundamente unido a todos vosotros. Juntos debemos vivir este acontecimiento eclesial como una experiencia de la unidad y de la catolicidad de la Iglesia. Pues en torno a Francisco nos congregaremos arzobis­pos procedentes del mundo entero, mostrando así la variedad y la pluralidad de la comunión eclesial, en la Iglesia universal.

Ciertamente es un momento especial para expresar mi comunión, y la de todos los católicos de Burgos, con el Papa, así como mi fidelidad a su ministerio pastoral; él es la garantía y el sig­no visible de la unidad de la Iglesia, pues todo obispo ejerce su ministerio 'con Pe­dro y bajo Pedro'. Esta acti­tud se simboliza en el palio que se nos entrega. Más ade­lante tendrá lugarla ceremo­nia de la imposición del pa­lio, que realizará el nuncio del Papa en nuestra Catedral de Burgos, para mostrar que el arzobispo tiene condición de metropolita, es decir, que debe servir a la comunión entre las diócesis hermanas, sufragáneas, que constitu­yen la provincia eclesiástica.

Estoy seguro de contar convuestro recuerdo y vuestra plegaria, ya que sois también protagonistas de este acontecimiento eclesial, para que Dios me ayude a vivir mi servicio episcopal entre vosotros siguiendo las recomendaciones que el Papa Francisco dirigía a los arzobispos en la celebración del año pasado: «sed hombres y maestros de oración para ayudar a descubrir la primacía de la gracia; sed hombres y maestros de fe, de la fe recibida de los apóstoles; sed hombres de testimonio, testigos valientes, convencidos y convincentes porque vivís con coherencia lo que anunciáis y proclamáis.

Parroquia Sagrada Familia