Cuento de olivo

La hora de la siesta, es sagrada. La primera vez que la abuela fue de visita, se sorprendió de que interrumpieran tantas horas el trabajo. Su hijo le explicó que era imposible estar a pleno rayo de sol, por más protector solar, sombre­ro o camisa de manga larga que se usara. Sin embargo, la abuela no le hizo caso y, mientras todos descansaban dentro de las casas frescas, construidas de adobe, decidió ponerse el sombrero, tomar una botellita de agua de la nevera y salir a dar una vuelta. Voy hasta donde están los animales, pasando la huerta, son sólo doscientos metros, pensó.

Fueron los doscientos metros más largos de su vida. Ni bien pasó debajo de la última hi­guera, los rayos del sol se clavaron en su piel, a tra­vés de la ropa. Se mojó la cabeza con el agua y así llegó. Envidió la sombra de las charcas donde se apretaban los animales, in­móviles, para gastar la menor cantidad de energía posible. Ella era la única que se movía, ni el viento se atrevía a desafiar al sol, rey indiscutible a esa hora. Vio, unos pasos más adelante, un olivo. Calculó que las fuerzas le daban para recargar la botella con la manguera con la que le daban agua a los animales y así poder llegar hasta allí.

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Cuento de Cerámica

Por la tarde, la familia salió a caminar por los senderos de la montaña. Prepararon la mochila con galletitas, una manta grande para sentarse y varias botellas de agua fresca. Los más pequeños co­rrían yendo y viniendo por el camino. Se adelantaban y regresaban, siempre acom­pañados por los perros. Las madres, los padres, las tías y la abuela caminaban detrás, conversando o iban en silen­cio. A veces, el espectáculo era tan maravilloso, que per­manecían absortos contem­plándolo.

El camino de tierra se trans­formó en un sendero plagado de piedras por donde no po­día pasar ningún vehículo.

—Este era el camino que co­municaba los pueblos vecinos de las cumbres más altas, pe­ro como no era muy transita­do, nadie se ocupó de mantenerlo. No hay peligro, ni problema de que los niños se adelanten— explicaban a la abuela que se ponía nerviosa cuando no los tenía a la vista.

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Unas sencillas palabras de afecto

Cierto día, una maestra pidió a sus alumnos que escribieran el nombre de cada compañero de clase y, junto al nombre, la cosa más bonita que pudieran decir de cada uno de ellos. Luego, durante ese fin de semana, la maestra puso el nombre de cada uno de sus alumnos en hojas separadas de papel y copió en ellas todas las cosas bonitas que cada uno de sus compañeros había escrito. El lunes entregó a cada alumno su lista y casi inmediatamente toda la clase estaba sonriendo.

“¿Es verdad?”, escuchó como alguien susurraba, “yo nunca supe que podía significar algo para alguien”... y “Yo no sabía que mis compañeros me querían tanto”...

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Evangelio del Domingo, 13 de Marzo de 2016

 

Jesús estaba en uno de los patios exteriores del templo enseñando a bastantes personas, cuando llega un grupo de escribas y fariseos trayendo una mujer adúltera. Ellos, según sus leyes, ya habían determinado matarla; pero les parece que es buena ocasión para poner una trampa a Jesús. Le dicen que la ley de Moisés ordena apedrearla; pero él qué dice. El evangelista acentúa que se trataba de una trampa.

Esa trampa se parece al momento en que le dijeron si era lícito pagar el tributo al César. Si Jesús la condena va contra la autoridad romana, pues el procurador romano era el único que podía condenar a muerte; pero si la perdona, va contra la ley de los judíos. Dicen algunos que la pregunta trataba sobre el modo de matarla, ya que había diversos pareceres, si apedreamiento o estrangulación, ya que ellos daban por supuesto que merecía la muerte. De todas las maneras el pecado de aquellos era muy grande, porque no sólo querían matar por una ley externa, sin mirar las intenciones y otras leyes positivas, sino que querían hacer caer a Jesús. No buscaban un parecer, pues ya sabían lo que debían hacer. Hoy también se dan leyes a veces que van contra la dignidad humana, sabiendo que por encima está la ley del amor y la caridad. Hoy se siguen condenando a mujeres a ser apedreadas por adúlteras, sin examinar los motivos y mucho menos sin ser justos cuando salvan a quienes han sido peores.

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Con vocación de misericordia

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

El mes de marzo, con la fiesta de san José, nos aproxima al Seminario de manera especialmente cercana y eclesial. Un año más celebramos el día del Seminario, que en esta ocasión se adelanta al próximo domingo, día 13, por coincidir practicamente la fiesta de San José con el domingo de Ramos.

El día del Seminario es una jornada de importancia especial para nuestra Iglesia Diocesana. Una jornada que tiene varios objetivos. En primer lugar, tomar conciencia, por parte de toda la comunidad diocesana, de la necesidad de sacerdotes amigos del Señor llamados a continuar su misión, y de la urgencia de promover vocaciones en niños y jóvenes que, en el seguimiento de Jesucristo, decidan entregar la vida al ser vicio de Dios en su Iglesia. Entre todos hemos de realizar un esfuerzo por hacer atrayente entre los jóvenes, con nuestra palabra y nuestra vida, la llamada de Cristo a participar en su Sacerdocio.

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Parroquia Sagrada Familia