Evangelio del Domingo, 3 de Mayo de 2015
El evangelio de este domingo lo entenderán especialmente bien los de la Ribera. Porque habla de algo que ellos conocen a la perfección: las viñas. Más en concreto, del fruto que deben dar las viñas, de las condiciones para lograrlo y del modo de proceder del agricultor cuando una viña no da fruto. Jesús dice que él es “la Viña verdadera” y nosotros, los sarmientos destinados a dar “fruto abundante”. Condición indispensable para ello es que estemos unidos a la Vid. Porque si un sarmiento se separa de la vid, se seca y se echa el fuego. El sarmiento se separa de la vid de dos maneras: una, si se le corta o arranca; otra, si se permanece en la vid pero sufre un percance que lo priva de su sabia.
Nosotros nos separamos de la Vid de Cristo si rompemos con los compromisos bautismales y renegamos de nuestra fe. Pero también nos separamos de la Vid si cometamos un pecado grave contra Dios o contra el prójimo. En ese preciso momento, somos sarmientos “separados” de la vid, aunque externamente permanezcamos unidos a ella. Y no daremos fruto de vida cristiana. Llevaremos la etiqueta de “cristianos” pero nuestra vida no será lo que se espera de nosotros: una vida fecunda como la de Cristo. Para nuestra fortuna, si nos encontramos en esa situación de “sarmientos separados de la vid”, podemos ser reinjertados en ella por el sacramento de la Penitencia.
Este sacramento nos devuelve la unión con Jesucristo. Luego viene la Eucaristía, que la robustece. Y la poda, que también la robustece. La poda son las pruebas de la vida cristiana, que son una condición necesaria para ser más fecundos. Todos los santos han tenido pruebas. Más aún, muchas pruebas. Las acogieron no sólo con resignación sino con gratitud. Porque sabían que así se unían más a Jesucristo, muerto y resucitado, y podían más fruto de amor a Dios y al prójimo. La pregunta es ineludible: en este preciso momento, ¿estoy unido o separado de Cristo? ¿Mi vida está cuajada de frutos o es una vida estéril? Cuando deje este mundo, ¿habré dejado huella o habré sido un sarmiento infecundo y apto para ser arrojado fuera y quemado?
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Puedes escuchar la homilía aquí.