Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Recuerdo haber visto un cartel que estaba a la puerta de un establecimiento, a modo de publicidad o de reclamo después del verano, en el que se leía: «las vacaciones terminan, el servicio sigue». Pienso que no es mal slogan para retomar también nuestro servicio pastoral que, sin dejar de haberlo ofrecido durante los meses veraniegos, sí podemos y debemos hacerlo ahora con la fuerza, el impulso, y la novedad de todo lo que empieza.
De nuevo nos ha llegado septiembre. Muchos de nosotros hemos podido disfrutar algún tiempo de vacaciones; otros, por motivos diversos, no habéis tenido esa posibilidad. En ambos casos, el verano siempre implica unos ritmos diversos y, mientras se puede, más relajados. Los cristianos sabemos que todo tiempo es un regalo que Dios nos concede para vivir su presencia y comunicarlo en nuestra vida diaria. Ahora nos toca volver a las tareas pastorales en las que estamos embarcados en nuestra Iglesia de Burgos con un claro estilo de renovada ilusión, impulso, servicio y entrega.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Nos encontramos ya en pleno periodo de verano. Un tiempo distinto que cambia la fisonomía de nuestro paisaje y nos saca de los habituales trabajos y ritmos del año. Al pasar por los campos de nuestra provincia observamos ya muchas de las tierras cosechadas. En las eras de nuestros pueblos pueden verse algunas de las parvas de trigo y de cebada, con una cosecha que hubiéramos deseado más abundante. El paisaje rural se transforma por unos meses, llenándose las calles de bullicio y de gente que busca el descanso y la tranquilidad de nuestros pueblos, y quién sabe si también las raíces y la propia identidad. Por el contrario, el paisaje de nuestra ciudad se muda para vaciarse en sus calles y llenarse de infinidad de turistas que visitan los encantos de nuestra capital y provincia.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Un año más (y ya van treinta), aunque mi incorporación a esta cita misionera sea mucho más reciente, nos reuniremos hoy en la histórica villa de Sasamón para celebrar el Día del Misionero Burgalés. Para nuestra diócesis es un motivo de gozo y de alegría poder encontrarnos con los familiares de los 730 misioneros que, habiendo nacido en nuestra tierra, anuncian la Buena Nueva del Evangelio en más de sesenta países. También estarán presentes un grupo de misioneros y misioneras que están estos días en Burgos, disfrutando de sus merecidas vacaciones. En ellos podremos saludar a todos los que comparten la misma vocación misionera que, de modos diversos, es también vocación nuestra.
‘Ellos nos invitan a salir’ es el lema elegido para la Jornada de hoy. Tal como nos dice el Papa Francisco en Evangeli gaudium, «El Señor Resucitado envía a los suyos a anunciar el Evangelio en todo tiempo y en todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra» (EG, 19). Cada cristiano y cada diócesis deben responder a este envío como Iglesia en salida misionera; porque esta es la responsabilidad y vocación de todo discípulo de Jesús. Pero a veces lo olvidamos, nos resignamos o vivimos la fe cómoda, fácil y rutinariamente. Por eso, una celebración como la de hoy nos debe ayudar a descubrir permanentemente las fuentes de la auténtica espiritualidad cristiana y eclesial, que implica siempre un dinamismo misionero.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Cuando llega el verano y nos emos envueltos, casi sin damos cuenta, en un ambiente vacacional, pienso que es una buena ocasión para recordar y comprender el sentido de la llamada «cultura del encuentro», a la que nos invita repetidamente el Papa Francisco y que él mismo intenta practicar de modos tan diversos. La Iglesia en general, y cada cristiano en particular, deben contribuir a crear esa cultura del encuentro, tan necesaria en un mundo cargado de incomprensiones y tensiones. Y el verano, dice precisamente el Santo Padre en una de sus homilías, que da a muchas personas la oportunidad de descansar, es también un tiempo favorable para cuidar las relaciones humanas; estamos acostumbrados a una cultura de la indiferencia y tenemos que trabajar y pedir la gracia de realizar una cultura del encuentro.
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