Una catequista, permitía que, durante la hora de catequesis, los chicos se sentaran en el lugar que preferían, aunque no fuera el puesto designado por la maestra y que ocupaban en las otras horas de clase. Solo ponía dos condiciones:
1. Nadie puede ocupar el lugar de un compañero o compañera, si éste no lo deja de buen gusto.
2. Tienen que cambiarse de lugar antes de que ella cuente hasta veinte.
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Cuando Marisol era chica, era bastante miedosa. Por las noches, escuchaba un montón de ruidos y, en las sombras de la pared, se imaginaba figuras de monstruos nada agradables. Pero lo que más le preocupaba eran sus zapatillas. Marisol las dejaba a la entrada del cuarto, pero por la mañana aparecían por cualquier lado. A veces, una en cada lugar del dormitorio y otras veces, ordenaditas contra la pared. Lo primero que hacía al despertarse, era mirar dónde estaban.
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Estas palabras son de la despedida de Jesús a los apóstoles en la Ultima Cena; pero son palabras que Jesús podría haber repetido en su despedida antes de subir al cielo, cuya fiesta de la Ascensión celebraremos el próximo domingo. La despedida de Jesús es diferente de la de otra persona, aunque sea familiar o de mucha amistad, que se va, sobre todo en la muerte, aunque nos deje algún recuerdo. Jesucristo se va, pero se queda. Y se queda de muchas maneras: en la Eucaristía, en su palabra, en la.Iglesia. Hoy nos dice que se queda dentro de nosotros por medio del amor.
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Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
A finales de enero tuve la suerte de participar en el Encuentro Diocesano de Pastoral Obrera. El objetivo del mismo se planteaba en el lema que guiaba la jornada: «mirar con el corazón al mundo obrero». En la asamblea fueron desfilando ante los asistentes los testimonios de numerosos burgaleses que vivían su realidad de trabajo desde muchas dificultades y sufrimiento. Allá se fueron desgranando historias reales que nos son tan cercanas a todos: situaciones de desempleo, de precariedad, de accidentes laborales, de contratos vejatorios, de abusos e injusticias, de incumplimiento de derechos laborales, de incompatibilidad entre la vida familiar y laboral... Prácticas inhumanas y deshumanizadoras que la situación de crisis en la que nos encontramos no ha hecho sino profundizar y acrecentar. Ante todas estas historias reales que afectan a tantas personas de nuestros entornos más inmediatos, no cabe sino un corazón que sea capaz de conjugar la misericordia y la justicia.
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