Plegaria a María
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Estamos concluyendo el mes de Mayo. Tradicionalmente los cristianos dedicamos este mes a profundizar, reavivar y manifestar de diversos modos nuestra devoción a María. Todas las parroquias y comunidades colocan la imagen de María, durante estos días, en lugares privilegiados, sus altares se llenan de flores y, en torno a Ella, se reza, se canta y se celebra algún acto que muestra el amor y cariño de sus hijos. Además, por estas fechas se suceden muchas romerías que congregan a cientos de personas en torno a las ermitas y santuarios que abundan en nuestros pueblos. También la ciudad de Burgos el próximo domingo subirá con la Virgen Blanca hasta la campa del Castillo donde estuvo su ermita. ¡Qué hermoso ver al santo Pueblo de Dios caminar y reunirse en torno a su Madre!
Coinciden todas estas muestras de fe con el tiempo pascual en el que nos encontramos. María tiene, precisamente, un papel fundamental en el caminar de la naciente Iglesia. Ella persevera con los apóstoles en la espera del Espíritu Santo y alienta los primeros trabajos misioneros. Ella, que es la primera Discípula Misionera porque vivió como nadie las Bienaventuranzas, está presente en el caminar de la Iglesia desde el comienzo hasta nuestro tiempo. Ella, modelo de fe, de caridad y de unión con Cristo, «brilla ahora en nuestro camino y es signo de consuelo y firme esperanza» (Prefacio IV de Santa María). Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que bien pueden actualizar y renovar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Él mismo nos la dio por Madre. Y ello nos estimula a amarla, imitarla, invocarla y acudir a Ella con verdadera ternura y confianza de hijos.