El Papa en los Emiratos Árabes: un viaje para la fraternidad y la paz

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

En este espacio dominical que se me ofrece para el comentario, la reflexión o la información eclesial, quiero referirme hoy al viaje que el Papa Francisco ha realizado recientemente a los Emiratos Árabes, noticia e imágenes que ya conocéis por los medios de comunicación. El viaje se ha valorado como un hecho histórico porque es la primera vez que un obispo de Roma se ha hecho presente en la Península de Arabia y ha sido acogido de modo cordial por el Príncipe heredero y otras autoridades locales. La relevancia histórica resalta también desde el punto de vista eclesial: por primera vez se ha celebrado en esa región una misa pública y abierta con asistencia de más de 120.000 cristianos procedentes de toda la península arábiga.

El motivo directo del viaje ha sido la participación en una conferencia interreligiosa con altos representantes del islam y de diversas religiones. A la vez se conmemoraba el octavo centenario del encuentro de san Francisco de Asís con el sultán Al-Malek. Como eco del espíritu del santo de Asís, en su mensaje a la población el Papa Francisco dijo mostrarse «feliz por escribir una página nueva de las relaciones entre religiones en vuestra querida tierra, para confirmar que somos hermanos en la diversidad». Como Francisco de Asís, también el Papa Francisco hacía una apuesta, inédita en aquel lugar, por la familia humana, la fraternidad y la paz.

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La paz depende también de ti

“¡Ufa, se están peleando otra vez! Yo no me meto, que se arreglen, se pasan todo el tiempo peleando”, pensó Cristina mientras pasaba junto a Gabriel y Gastón. La pelea tenía un motivo. Gabriel se burlaba permanentemente de su compañero porque no le gustaba jugar al fútbol. Lo agobiaba, y cuando Gastón no tenía más remedio que jugar porque el profe de educación física lo obligaba, Gabriel lo empujaba o no le hacía pases, aunque estuviera solo delante del portero. Muchos de los compañeros escuchaban y veían el maltrato, pero, como Gastón se defendía y le contestaba, creían que ya estaba, que ya no era su problema.

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Evangelio del domingo, 3 de febrero de 2019

Seguimos en el mismo escenario del domingo precedente. Estamos, por tanto, en la sinagoga de Nazaret, donde Jesús ha dicho a sus paisanos que las palabras de Isaías que acababan de escuchar se referían a él: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”. Sus paisanos no lo dicen, pero lo piensan. Porque la pregunta “¿no es éste el hijo de José?”, llevaba esta retranca: “¿No le hemos visto ayudar a su madre en casa, trabajar en el taller, hacer los arreglos de nuestras casas, en una palabra, ser uno más de nosotros?.

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La vida consagrada, presencia del amor de Dios

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Ayer, festividad de la Presentación del Señor, se celebraba en la Iglesia, y vivimos en nuestra diócesis, el día de la Vida Consagrada. En esa escena evangélica que nos narra la presentación que María y José hicieron de Jesús en el templo “para presentarlo al Señor” (Lc 2, 22), se revela el misterio de Jesús, el consagrado del Padre, que ha venido a este mundo para cumplir fielmente su voluntad (cf. Heb 10, 5-7). “La Presentación de Jesús en el templo constituye así un icono elocuente de la donación total de la propia vida por quienes han sido llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, los rasgos característicos de Jesús virgen, pobre y obediente” (S. Juan Pablo II, Vita Consecrata, nº 1). Como Comunidad diocesana nos unimos a esta celebración para dar gracias a Dios por el gran don de la vida consagrada que nos enriquece con la multiplicidad de sus carismas y con los frutos de tantas vidas entregadas a Dios y a los hermanos; y para tomar mayor conciencia de su misión en la Iglesia y en el mundo.

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La verdad, fuerza de la paz

La directora vio un cristal roto en el patio y creyó que habían sido los chicos de cuarto que habían estado jugando a la pelota durante el recreo, aunque estuviera prohibido. Los llamó, los retó y los dejó sin recreo durante un mes. Debían quedarse sentados en unos bancos y charlando. No podían jugar ni con el móvil. De nada sirvió que protestaran; la directora no cambió de opinión. Si no habían sido ellos, de todas formas, habían estado jugando donde y cuando no debían.

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Parroquia Sagrada Familia