Por una Iglesia viva en el medio rural
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Nuestra diócesis tiene un marcado carácter rural que la configura profundamente. Por eso la fiesta de San Isidro Labrador, que celebraremos a mitad de mayo, hace que volvamos la mirada a nuestros queridos pueblos, descubriendo las luces y las sombras de la realidad que en ellos se encierra. En torno a ese día, la mayoría de estos pueblos recobran vida para compartir una bella jornada de encuentro y celebración. Me alegra mucho por lo que supone de oración, bendición y acción de gracias al Dios Padre Creador que nos ha dado la tierra como un hermoso jardín para cuidarlo, disfrutarlo y colaborar en su proyecto de amor.
Yo mismo voy conociendo poco a poco la belleza de los muchos pueblos de nuestra geografía burgalesa en sus diferentes comarcas. Y la dureza, a la vez, de las zonas marcadas por la despoblación progresiva con todas sus consecuencias. En la Visita Pastoral tengo la posibilidad de encontrarme con muchos de vosotros y de compartir vuestros deseos, afanes y trabajos en la vida de cada día. Descubro y valoro que cada pueblo encierra una historia, una belleza que le hace ser rico y singular. Pero lo mejor de estos pueblos son sus gentes, muchas de ellas curtidas por los años y las dificultades de una vida para nada fácil y sencilla. Gentes, castellanas recias, que saben de disponibilidad, de sacrificio, de gratuidad, de servicio, de fe. Gentes sencillas que, como el Evangelio, nos hablan de la cercanía de un Dios que ha escogido escenas y realidades del campo para manifestarse a sí mismo: el sembrador, el viñador, el pastor...