Evangelio del domingo, 27 de mayo de 2018

En el amanecer de nuestra vida, un sacerdote pronunció estas palabras: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Cuando llegue nuestro atardecer, otro sacerdote quizás pueda acompañarnos y decir: “Sal de este mundo, alma cristiana, en el nombre del Padre que te creó, del Hijo que te redimió y del Espíritu Santo que te santificó”. Nuestra vida comienza con una consagración a la Santísima Trinidad y concluirá con una entrega confiada a los brazos amorosos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Estos dos grandes momentos no son los únicos que están marcados por la presencia y el amor de ese Dios Trinitario.

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Socorrista

Una tarde, bajo los árboles, el abuelo nos contó por qué eligió ser socorrista: "La casa donde vivía la abuela era increíble. Era muy difícil aburrirse allí a pesar de que no tenía televisor y mucho menos ordenador o tablet, que en esos años no existían ni en la imaginación de la mayoría de las personas. A veces, la abuela tenía que buscarnos alguna actividad porque estábamos cansados de estar todo el día en la escuela, y nos venían a buscar después de la cena. La abuela siempre tenía algo para distraernos. Una tarde, puso sobre la mesa enorme del comedor varias cajas de madera. —¿Qué hay dentro de las cajas? Al que adivine, le doy doble ración de tortitas. Las tortitas eran unas galletitas que hacía la abuela y mantenía en secreto la receta. Mamá le decía que se la diera, pero siempre había una excusa. El día que mamá la consiguió y las hizo, salieron horribles. Bueno, horribles del todo no, pero no eran las de la abuela. Siempre sospechamos que la abuela se había olvidado de decirle algo.

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Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador

Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)

gil hellin

Ayer celebraba con todos vosotros, en una Eucaristía en la Catedral, mis bodas de oro sacerdotales. Y es que, tal día como ayer, hace cincuenta años que era ordenado sacerdote. El Señor ha querido que esté aquí, en Burgos, entre vosotros, cuando estoy viviendo este aniversario; y con vosotros quiero compartir mi profunda acción de gracias y la inmensa alegría por esa realidad que ha dado y sigue dando sentido a mi existencia. Con tal motivo os he escrito una Carta Pastoral que os invito sencillamente a leer porque en ella reflexiono, de una manera sosegada, sobre algunos aspectos fundamentales que me parecen importantes cuidar y desarrollar, tanto personal como comunitariamente, en nuestra gran familia diocesana.

La fecha de esta carta coincide con la Vigilia de la Fiesta que hoy celebramos: Pentecostés. De esta manera se subraya la especial importancia y protagonismo que tiene el Espíritu en nuestra vida personal y eclesial por lo que supone de fuerza, aliento, vida y llamada a la misión que Jesús nos dejó confiada. Es el Espíritu el que también ha animado este recorrido que he ido haciendo con y para vosotros. Y Él, seguirá conduciendo nuestros pasos y llevándolos a buen fin.

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Evangelio del domingo, 20 de mayo de 2018

Esta palabra de Pentecostés quiere decir: cincuenta días. Era una de las tres principales fiestas de los judíos. A los cincuenta días de la Pascua celebraban en cuanto a lo material el hecho de que la cosecha estaba ya crecida, por lo que daban gracias a Dios, y en cuanto a la historia celebraban el recuerdo de la llegada de los israelitas al monte Sinaí y la entrega de las tablas de la Ley a Moisés entre truenos y relámpagos. Con ese motivo tocaban fuertemente las trompetas del templo.

Ese es el día en que los apóstoles reciben de una manera grandiosa al Espíritu Santo. Según lo narra san Lucas, autor de los “Hechos de los Apóstoles”, Dios aprovecha el ambiente de fiesta popular y bulliciosa para ese acontecimiento. Algunos datos podemos decir que son simbólicos, expresión de lo que sucedía en el alma o el corazón de los que recibían el Espíritu Santo. Los principales signos fueron el viento impetuoso y el fuego, que da luz y calor: Luz que les ilumina la mente para comprender mejor los mensajes de Jesús y fuego para darles energías para seguir sin miedo la misión de Jesús de predicar el Evangelio por todo el mundo. El viento precisamente significa el Espíritu y es expresión de una nueva creación, recordando el soplo creador.

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Documentos

El abuelo comenzó con sus historias. "Cuando era pequeño, vivía en un apartamento muy pequeño con papá, mamá y mis hermanos. Mamá trabajaba en una fábrica y papá era enfermero en un hospital de niños. Los dos trabajaban mucho, y nosotros pasábamos muchas horas en casa de la abuela, un caserón en el barrio más antiguo de la Ciudad de Buenos Aires: en San Telmo. No era de ella, era la casera. Los dueños casi no iban, se habían mudado a otra zona.

Para nosotros, no había lugar mejor que ese barrio. Cada casa estaba impregnada de historia. Donde vivía mi abuela, las habitaciones eran enormes, repletas de muebles tan pesados que hubieran hundido el piso de un apartamento moderno. El caserón había servido de hospital durante la peste que azotó la ciudad cuando todavía era un pueblo, durante 1871. Mi abuela nos explicaba que por la puerta del garaje llegaban los carros llevando a los enfermos, que el enorme comedor había sido vaciado de muebles y habían colocado camas una al lado de la otra. Ese fue el momento en que la mayoría de las familias que vivían en esa zona, de las más ricas de la ciudad, se habían ido hacia Barrio Norte y Recoleta escapando de la enfermedad. Incluso el presidente de ese momento se había alejado de la capital. Así, muchas casas habían quedado vacías luego de haber quemado los muebles, la ropa y todo lo que había dentro. Se desconocía la causa de la enfermedad, pero creían que se contagiaba de persona a persona.

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Parroquia Sagrada Familia