Disfrutemos de la naturaleza y cuidemos la Creación

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

Espera y actúa con la Creación es la invitación que nos dirige el Papa Francisco con motivo de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que celebramos el próximo 1 de septiembre.

Con la única intención de que nuestra vida sea «canto de amor por Dios y cuidado de nuestra casa común», el Santo Padre pone su mirada en la carta que san Pablo escribe a los romanos (cf. Rm 8, 19-25), donde el apóstol de los gentiles se concentra en la esperanza cierta de la salvación por medio de la fe, «que es la vida nueva en Cristo».

Esta invitación clara a vivir según el Espíritu para esperar y actuar en consonancia con la Creación, y a hacerlo más adentro aún del corazón de Cristo, implica «vivir una fe encarnada» que, en palabras del Papa, «sabe entrar en la carne sufriente y esperanzada de la gente». En Jesús, el Hijo eterno hecho hombre, «somos verdaderamente hijos del Padre». Un gesto que nos invita a ser todos uno en el Amor, amándonos como Él nos ama (cf. Jn 13, 34-35) para hacer del Evangelio el único camino de verdadera salvación.

Hemos de renacer cada día, y no solo del agua y del espíritu, sino «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4). A veces con gemidos, otras en silencio, pero siempre con un profundo anhelo de amor.

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Evangelio del domingo, 25 de agosto de 2024

A veces, se escucha sobre la santa misa esta objeción: “¿Para qué sirve la misa? Yo voy a la iglesia cuando me apetece, y rezo mejor en soledad”. Pero la eucaristía no es una oración privada o una bonita experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús hizo en la Última Cena. Nosotros decimos, para entender bien, que la eucaristía es “memorial”, o sea, un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros.

La eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos.

Ángelus de S.S. Francisco, 16 de agosto de 2015

 

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Venid a un sitio tranquilo a descansar

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

«A menudo, luchamos por tener nuestro tiempo libre, pero hoy Jesús nos invita a encontrar el tiempo que nos libera», reveló el Papa Francisco durante una de sus audiencias en 2023, mientras comentaba la parábola de Jesús sobre los invitados a la boda. El Santo Padre, de esta manera, exhortaba a disfrutar del tiempo de descanso en Dios: periodo que, en definitiva, libera al ser humano de aquello que le lastima en lo más profundo.

Dios, en su infinito amor, sigue convocándonos cada día a su Banquete de misericordia: «No se da por vencido», sino que «sigue invitando»; es más, «amplía la invitación hasta que encuentra quien la acepte entre los pobres», destacaba el Santo Padre.

El tiempo dedicado a Dios jamás carece de sentido; máxime en esta estación veraniega en la que gozamos de más tiempo de descanso. La familia, la parroquia, la escuela y el tiempo libre son los pilares fundamentales de la educación que van construyéndonos como personas y, paso a paso, gesto a gesto, van moldeando lo que somos y hacemos por y para los demás.

Este tiempo estival de descanso y contemplación es un momento especial para renovar y profundizar en la relación con Dios. La Creación nos invita a cultivar el sosiego, a contemplar esos detalles que permanecen callados durante el resto del año, a dejarnos prender por su consuelo y su paz para estar más cerca todavía del corazón del Padre.

«Sólo el corazón que no se deja secuestrar por la prisa es capaz de conmoverse», dijo en otra ocasión el Papa. Una llamada importante a no dejarse llevar por uno mismo y por las incontables tareas que nos agobian y
nos alejan de los demás.

El cansancio interior puede llegar a nublar nuestra vida y, por añadidura, nuestra fe. Por ello, dejar a un lado la agenda repetitiva y dedicarle nuestro tiempo al prójimo supone mirar a los ojos al Señor, recordar que
permanecemos en su presencia y volver a su mirada compasiva que nunca abandona a quien cuida de sus hijos: «Yo estoy contigo», dice el Señor, «y te guardaré dondequiera que vayas» (Gn 28, 15).

«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco» (Mc 6, 30-34), les dice Jesús a sus apóstoles, después de que estos le contasen todo lo que habían hecho y enseñado en la misión que les había encomendado. «Eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer», recuerda el evangelista Marcos. Y se fueron en barca a un sitio tranquilo, apartado de todo, donde poder reposar el peso de su cansancio. Más tarde, al desembarcar, el Señor se encontró con una gran multitud que le esperaba y que andaba como oveja sin pastor. Y entonces Jesús, renunciando a su descanso por amor, se compadece y «se puso a enseñarles con calma».

Buscad la mirada del Señor, descansad en su presencia y dejaos seducir por su mano delicada y dócil.

Y reposad, también, en María, mujer fuerte del sosiego, quien aplacó el llanto de su Niño en su regazo de paz. Que Ella nos calme con ese mismo abrazo y podamos decir, como Jacob al despertar de su sueño, «ciertamente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía» (Gn 28, 16).

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Evangelio del domingo, 18 de agosto de 2024

Cuando tomamos y comemos ese Pan, somos asociados a la vida de Jesús, entramos en comunión con Él, nos comprometemos a realizar la comunión entre nosotros, a transformar nuestra vida en don, sobre todos a los más pobres.

La fiesta de hoy evoca este mensaje solidario y nos impulsa a acoger la invitación íntima a la conversión y al servicio, al amor y al perdón. Nos estimula a convertirnos, con la vida, en imitadores de lo que celebramos en la liturgia. El Cristo, que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino, es el mismo que nos viene al encuentro en los acontecimientos cotidianos; está en el pobre que tiende la mano, está en el que sufre que implora ayuda, está en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida. Está en el niño que no sabe nada de Jesús, de la Salvación, que no tiene fe. Está en cada ser humano, también en el más pequeño e indefenso.

La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo ya no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano. Y hoy sabemos es un problema cada vez más grave.

S.S. Francisco, Angelus 7 de junio de 2013.

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La fiesta de Santa Clara de Asís y la Campaña Protemplos

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy domingo celebramos a santa Clara, fundadora –junto a san Francisco– de la Orden de las Hermanas Pobres. Clara nació en Asís (Italia) en 1193 y, desde muy niña, Dios la dotó de innumerables virtudes para vivir en santidad según el modo de Cristo. La religiosa es «una de las santas más queridas», tal y como recordó el Papa Benedicto XVI durante una audiencia general dedicada en su honor en 2010. Su testimonio nos muestra «cuánto debe la Iglesia a mujeres valientes y llenas de fe como ella», capaces de dar un impulso decisivo «para la renovación de la Iglesia».

A la santa contemplativa y hondamente sensible le apasionaba cómo sus hermanos franciscanos cuidaban a los leprosos, donándose por ellos hasta el final y sin importarles en absoluto las fuerzas que les quedasen en el alma. Tanto fue así que un Domingo de Ramos de 1212 decide abandonarlo todo y responder al deseo que Dios había puesto en su corazón.

Consagrada al Señor de manos de san Francisco y acompañada de los Hermanos Menores, comienza a darse sin límites como expresión de libertad, servicio y entrega. Así, tras iniciar la segunda Orden Franciscana, Clara y sus hermanas se trasladan al convento de San Damián, donde la santa permaneció 41 años hasta el día de su muerte.

Este es el velo que envuelve, custodia y colma de plenitud el sentir de las Hermanas Clarisas: una vida que responde a ese anhelo profundo de Cristo que habita revestido de pobreza, humildad y caridad. Ellas, quienes vivían sin poseer nada, libres de cualquier atadura física, material y espiritual, nos enseñan el camino más bello, más verdadero y más perfecto que nos lleva a abrazar el corazón de Dios.

La vida monástica y, a la vez, inquieta de santa Clara le llevó a ser la primera mujer en escribir una Regla de vida religiosa, sometida a la aprobación del Papa, con la intención de que el carisma instaurado por san Francisco se conservase intacto en todas las comunidades. Aun así, merced a su gran humildad, deseaba ser siempre la última y la gran servidora de todas las demás.

Toda una vida de entrega que se vio visitada por la enfermedad; estuvo enferma durante 27 años y, sin embargo, nunca profirió una sola queja y siempre se lo ofreció todo con amor a su Amado. Por ello, confesaba que «desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman, sino que me consuelan».

Coincidiendo con esta fiesta, también celebramos en nuestra archidiócesis la campaña protemplos. Somos conscientes del inmenso legado patrimonial religioso y cultural que hemos recibido de nuestros mayores. En los múltiples templos que jalonan toda la geografía burgalesa se expresa la fe que se ha plasmado en magníficas iglesias, retablos órganos, imágenes, orfebrería, misales y cantorales, archivos y legados que tenemos obligación de custodiar, estudiar, exponer y transmitir a las nuevas generaciones.

Quisiera agradecer la ayuda que recibimos de las diversas instituciones culturales y de las administraciones estatales, autonómicas y locales para su mantenimiento. Pero sigue siendo insuficiente. Por eso, con esta campaña pretendemos solicitar la colaboración tanto de particulares como de asociaciones y organizaciones para que nos ayuden en la rehabilitación y sostenimiento de la historia multisecular cultural y de fe de nuestros pueblos y tierras plasmada en sus iglesias y ermitas.

Con Santa Clara, pedimos a la Virgen María que nos enseñe a amar como Ella, siguiendo la huella perpetua de la humildad como camino de amor y eternidad.

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Parroquia Sagrada Familia